Tráfico


Es una rutina diaria la vida de Carmen, todos los días de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, siempre era igual, el embotellamiento vehicular, la noche estrepitosa, las luces de la ciudad y la mirada distraída a través del vidrio de la ventanilla del carro.

Ahí está ella sentada al volante sosteniendo con su mano la palma robusta de Fernando, el semáforo ahora en verde, vira la cuadra y a unas cuantas calles se estaciona frente a su edificio.

Se besan, las manos se articulan con el cuerpo, el sudor se mezcla forman uno en una dualidad insaciable.

La puerta del apartamento se abre destempladamente, la mano de él recorre la pierna de ella como si buscara algo, la blusa en el piso, los cuerpos desnudos sobre la cama, consumiendo la pasión refrenada de ella por años.

Un ruido bruscamente los interrumpe.

Piiiiii!! Piiiiii!!

Piiiiii! Piiiiii!

Suenan las bocinas de los autos, la mirada perturbada de Carmen regresa hacia el frente, se escucha su respiración entre cortada y una gota de sudor le baila en el rostro. El semáforo cambia a verde, vira la cuadra y a unas cuantas calles se estaciona frente a su edificio. Abre la puerta del apartamento y se encuentra de nuevo en esa soledad ya acostumbrada.

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