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Creación ficticia de ensueño
¡Licor, deleite de mis placeres!
De polvo fino (al-kuhl),
que en un tiempo embelleciste ojos árabes,
pero la alquimia
lo destiló,
lo fermentó
y transformó
en el deleite de placeres
Dionisiacos,
producto de la vid,
el trigo, el mezcal...
Combinado con delicias del paladar
nació la ebriedad para la humanidad.
Platón conocía de sus peligros
y le dedicó unas palabras durante El Banquete.
Todos los toman en comidas
y celebraciones,
hasta el cura en la misa.
Los humanos se le postran,
unos pocos le reniegan,
y quienes se someten a su mirada de ámbar,
culto a Dionisio le rinden
y
Apolo se enoja.
Tus efectos desorbitan,
las acciones se vuelven ajenas,
la mente alada recorre mundo ficcionales,
una máscara invisible
transforma al infeliz,
al alegre espontáneo,
hasta al conservador
lo aleja de su moral.
Vagabundean,
vagabundeo
por los bares,
recorro las calles
a Dionisio alabo.
Me someto a tu mirada,
a gozar de tus placeres,
a beber y pedir más
sin que me importe que la sociedad
me juzgue mal.
¡Licor, deleite de mis placeres!
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