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Mostrando entradas de diciembre, 2010

Balas de Salva

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¡Dispárame! No lo dudes, mátame de un solo tiro que no tengo dudas, un disparo azul turquesa en la calle sin nombre, sin número. En medio del cielo la sangre vertiéndose, las nubes empapándose, mientras que las cataratas a gritos suicidas se pierden. Que lluevan abrazos de tulipanes morados, besos púrpuras, gemidos desquiciados, suspiros amelcochados, miradas maniáticas, evaporándose en la humedad de tus piernas.  ¡Dispárame! Sin titubeos, mátame de un solo tiro, que no tengo miedo, un disparo verde limón, en la calle anónima del bar de siempre. No me hagas reír ni me muestres tus ojos melancólicos, que no tengo más que esta mirada hierática y estos sentimientos perdidos en el destino sin rumbo. Dejad de buscarme que no poseo dirección, número telefónico ni correo electrónico. Olvídate del dulce de leche, de los kiwis del mercado, del incienso y del café de las mañanas. Sólo déjame una bala, una bala de salva, una bala de plata. Dejad que yo muera.

Necromancia

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Busco a los muertos de mi pasado para apoderarme de cada uno de ellos, les dejo ocho letras -en prenda- y una ciudad asaltada que lleva nuestra sangre en cada vértice             de sus calles. Me apodero de sus almas errantes   con el único fin             de encarcelarlas en jaulas mentales.  El deseo de la tortura mientras se me secan los labios, invaden los presagios             de mis difuntos. Escrutinio los pecados familiares                                                -mis pecados-, y los veo disiparse             en el camino que tomó Ulises                         para llegar al hades. Se arrugan los papeles             de nuestra memoria, la tinta de mis palabras cansadas             se seca en el asfalto de esta ciudad gitana. Bamboleo las monedas                         -del chal gastado-, giro mis pies flamencos, leo los cadáveres de mis antepasados auguramos la literatura                         de los libros,