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Mostrando entradas de marzo, 2010

Diario

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Las sombras caminan por un bulevar, absortas y miméticas se dejan llevar por un vendaval. Un tragaluz purpúreo te cubre de esa soledad, Quédate dónde estás, que nadie tu sueño te podrá quitar.

La Francesa

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A Puente Viejo - Hace unos veintiocho años mi mamá con mi abuela –que ya murió- emigraron de la Argentina para el Ecuador, según cuenta mi mamá cerca del 78 cuando fue el mundial en Argentina, mi abuela comenzó a hablar una serie de disparates y terminó volviéndose loca. Mi “gorda” como le digo yo a mi mamá de cariño se vino a vivir a Guayaquil para alejarla a mi “abue” de todo ese drama de Puente Viejo donde antes vivían ellas. Eso fue lo primero que le dije a la Francesa por que ella también venía de la Argentina y como no solía hablar mucho, pensé que si le contaba de mi procedencia, ella se sentiría familiarizada y así podríamos conversar de algo cada vez que saliera de su cuarto al recibidor, pero no fue así. Ella no hizo ningún comentario y yo seguí hablando. - Unos días antes de cumplir los quince me fui de viaje con unas amigas, nosotras tomamos un tour a Argentina y así pude conocer mis orígenes. Nos divertimos mucho. Estaba segura de que al decirle que conocía Argentina, po

Incendio

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Yippie, así te decían, porque eras excéntrica, peculiar y sobre todo porque emanabas un aire de rareza, tu apodo lo sacaron de hippie. Te recuerdo muy bien, desde la primera vez que te vi, siempre fuiste diferente de todos y en todo. En aquella ocasión usabas un pantalón de rayas, una franela blanca y tu cabello era corto como el de un hombre, de tonalidad morado y usabas muchas pulseras, aún no había notado tus tatuajes, excepto por la mariposa en tu hombro y la luna en tu cuello. Te miraba desde lejos, es que llamabas la atención, todos los presentes habían ido muy formales y tú estabas así vestida, no encajabas o tal vez ellos eran los que no encajaban. Te acercaste y pude notar el pirsin de tu nariz, sonreíste sardónicamente pero no pude entender lo que insinuabas y sólo te alejaste como una ligera pluma elevada por la brisa. Al cabo de un rato se me acercó una morocha bonita de ojos verdes y me preguntó –la conoces , le contesté que sí, pero ella sabía de antemano que ment