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NICOLÁS RALLIS

NICOLÁS RALLIS

Solo una pared

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Estiércol, más estiércol sobre las sábanas, pero iré a la noche justo al doblar la cuadra. *** Nuestros cuerpos se inmortaliza: el mío contra la pared con las piernas al aire alrededor de tus caderas, el tuyo frente al mío penetrándome. *** No se nos están permitidos los moteles, ni los parques, ni los asientos traseros de los automóviles. Solo la pared de nuestra cuadra. *** Solo tenemos un callejón sucio y desolado inmerso en la oscuridad. Y la certeza de que el Amor nos era infiel y que nunca nos fue correspondido. *** Nos vimos esa tarde en la calle, tú de la mano de ella, yo de la mano de él. Sonreíamos: una expresión que nos era ajena que le ofrendábamos solo a ellos. *** Y ahí estaba nuestra pared esperándonos, la única verdad de nuestra historia a la que fuimos fieles. Nadie tuvo mi          ni nadie, tu                    sangre                   signo.                           Ambos conjugándose. *** Nuestro amor era una pared.

Vendaval

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A la sombra de tus ojos Las sonrisas gigantes que viajan a través de los árboles son para ti. Los gorros tejidos hechos durante el día o la noche son para ti. Las llamas en la playa que se extravían con el viento son para ti. Las figuritas de papel que llegan al oeste son para ti. Mi cuerpo desnudo cuando baila hacia el sur es para ti. “Nunca serán uno solo –rumoran-. Él es un norte; ella, un sur”.

Creación

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Fui creada para                   ser la broma                                   de los dioses...                                                       ...no, soy su comedia                                                                                     personal.          

Embriaguez

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Bebo el vino de tu cuerpo bajo las máscaras de tus rostros que me golpean con impugna lástima, mientras me carcome las cirrosis del pecado. Busqué todos tus nombres, conocí las infamias de Baco, me despojé de esta leprosidad sanguínea, de esta gangrenosa piel  de mentiras, y memoricé cada letra de tu cuerpo cuando tú solo me roías el hígado. Mis víceras están listas para ser comidas, listas para que tú las devores con cada músculo cuando la bilis recorría la cama, esa cama mojada de uvas frescas. Diviso el muelle de tus placeres y anclo mi estancia en la orilla de tu torso, naufrago en las aguas etílicas con el corcel entre las piernas. ¡Soy una puta! ¡Soy una  puta ebria! ¡Una puta con resaca!

'La brisa de la muerte enamorada'

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Los ancianos se esconden en las casonas viejas de Las Peñas porque la muerte desconoce la existencia de este lugar. Yo juego con mi cuaderno púrpura por los alrededores, esperando que alguien se anime a abrirme una de sus puertas y me deje pasar. Así, la muerte no me alcanzará y podré escribir y jugar en mi cuaderno púrpura… por siempre.

Jesús en la plaza San Francisco

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Voy caminando por la plaza San Francisco, como todos los días cuando voy a la biblioteca, un hombre se me acerca y me dice: "Soy Jesús". Apresurada le contesto: "Mucho gusto, permiso", e intento seguir mi camino. Pero él me detiene. - Soy Jesús, el salvador, el hijo de Dios. - Lo sé, pero no creo en  tu padre. Añadir leyenda Me voy.

La ciudad que cambia

Conocer Quito toma toda una vida y tú ya estás muy viejo para eso; a veces no basta con haber nacido aquí o haber residido muchos años. Esta es una ciudad mágica y no precisamente porque hayan magos o brujas, sino, porque con cada segundo se transforma en una ciudad diferente. Querido en tus condiciones no podrías ni siquiera ir de norte a sur, aunque lo lograras se te escaparían el este y el oeste. Porque mejor no descansas en el balcón y me cuentas lo que ves, así conocemos Quito juntos.    

Todas las mañanas son las mismas

Todas mis mañanas son iguales desde que vivo en la capital y no es que mi vida no fuera una rutina allá en el manso, sino que acá las mañanas son siempre las mismas aunque tengan algo en particular, siguen siendo similares, sobre todo las mías. Aún no sé que es. Conservan, ese cálido frío de las mañanas –ningún frío ya sea el de las tardes o el de las noches se le asemeja-, a veces si ha llovido se levanta el olor a tierra mojada que se mezcla con el aroma del café pasado y termina fundiéndose con el perfume del incienso. Y ahí está intacto el hueco de mis sábanas anhelándote, aunque a veces el amante de turno usurpa tu lugar, un lugar que es sólo tuyo. Todas las mañanas son las mismas desde tu ascenso, todo sigue tal como lo dejaste, incluyendo mi espíritu marchito.          

La caja musical de la abuela

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Hicimos teatro cuando no sentíamos dolor, cuando no existía el miedo ni había dudas, ignorábamos las sombras, callábamos las voces y nos jugábamos nuestra última actuación. No buscábamos nada ni si quiera un reencuentro, mucho menos el eco del mar muerto ó el oleaje del viento en el oto ño. Sonaban las cacerolas mientras la desquicición de nuestros juegos inocentes se dejaban volcar en los narcisos muertos  del jardín maldito. Y guardábamos  nuestras  risas y sollozos en la caja musical de la abuela             -a los que hoy, les he dado cuerda - los he matado como en aquellos tiempos enterramos nuestro tesoro             en el desprolijo patio                                     de la casa familiar. Nos alejamos y hoy tan sólo te vuelvo a ver.